Los contrapesos:  Mariana, las llaves de la ciudad y el poder absoluto

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GM.

El reciente anuncio del pasaje de la ex dirigente sindical Mariana Giribone a filas de la 3904 no por esperable para quienes veníamos siguiendo sus movimientos, deja de ser una sorpresa.

Mariana sigue a una larga lista de dirigentes sindicales, militantes sociales y hasta dirigentes políticos de otras tiendas que desde hace un tiempo atrás, un día anuncian su pasaje al centro del poder departamental que en los últimos veinte años lo constituye  el moreirismo.

El moreirismo como centro de poder atrae como un poderoso imán a quienes tienen la iniciativa de hacer cosas, y es digno de analizar un poco porque hay dirigentes de diferentes ámbitos,  que dan este paso.

El caso de Mariana no es nuevo. Antes fue otro gran dirigente sindical local como Alberto Figueredo, y más recientemente una militante social como Niobe Monteagudo solo para mencionar los últimos,  pero bastaba recorrer los comité de los blancos en época de elección departamental para ver allí a  muchos que en su momento hacían caravana por Tabaré Vázquez o Pepe Mujica o que levantaban el puño ante cada 1º de mayo.

¿Es que acaso en esta época vertiginosa es todo lo mismo?. No, debemos decir enfáticamente que no. No es lo mismo el pensamiento de izquierda basado en la solidaridad y el compromiso con el que menos tiene, que el pensamiento nacionalista conservador que emana de la historia del Partido Nacional.

Sin embargo, dan ese paso como algo natural. 

Antecedentes

Tampoco es que una es buena y la otra es mala. No pasa por ahí, y siempre, inclinarnos por un maniqueísmo de manual  es una tentación a la hora de emitir un juicio sobre las actitudes de la vida pública de los demás.

Es algo que en el plano departamental y especialmente en el plano local, pasó ya antes con el espectro político. Acaso es que  dirigentes colorados fuertes como Joyce Meyer, Ricardo Ortiz, Mario Rodríguez o los coloradísimos Napoleón Gardiol o Sergio Berton, se levantaron un día y decidieron quemar la vieja bandera de Rivera y reconvertirse en fanáticos de Oribe, agarrar la tacuara y salir a la calle blandiendo las consignas de  Aparicio Saravia?.

Si se levanta cualquiera de los Batlle los agarra a patadas, es la primera idea que se nos cruza por la cabeza. Pero a la hora del análisis, es más complejo que eso.

Es que, a fuerza de militancia, el Partido Nacional en Colonia ha penetrado profundamente en las raíces del quehacer público, de la vida social, del aspecto deportivo, de la actividad cultural, de la discusión política y hasta de las actividades lúdicas. Y ha impuesto su fórmula para “pertenecer al grupo de poder”.

Como ejercicio simple, fíjese en las noticias cotidianas de Carmelo o de cualquier pueblo del departamento, y verá que no hay una sola noticia donde siempre aparezca algún dirigente blanco, ya sean los de primer nivel llámese el propio Carlos Moreira, Guillermo Rodríguez, Mario Colman, Alicia Espindola, Luis Pablo Parodi, etc., etc. No queda espacio de la actividad pública de cualquier ciudad del  departamento de Colonia  donde actualmente, la vida puertas afuera no sea protagonizada por un dirigente del partido Nacional. Y si no está seguramente con el deportista, el artista o el vecino de la comisión, estará acompañado en la foto por un dirigente del Partido Nacional. Y si no está en la foto, cuando le ponen un micrófono, el deportista, el vecino o quién sea, recordará “el apoyo” dado para su triunfo por alguno de los dirigentes del partido de Oribe.

El fenómeno Moreira y el crecimiento tentacular y omnímodo que ha tenido la 3904 hace que sea prácticamente imposible tener una actividad sin que pase por ellos  “acá no podes mover un dedo si no te autoriza un blanco” dice cualquier vecino al que uno consulta. 

Y ojo que no estamos ante un poder autoritario impuesto a la fuerza, sino ante un poder que surge de un genuino entretejido social, que se manifiesta en la suma de todas las voluntades populares  a partir de la más legítima de todas las decisiones, que es la decisión surgida de las urnas en una  elección departamental.

Un poder que somete, aunque por lo bajos también muchos blancos se quejan, a todos los demás sectores del nacionalismo de Colonia que no se animan a abrir la boca públicamente para enfrentar abiertamente al moreirismo coloniense.

Los contrapesos.

En el departamento de Colonia, vivimos la experiencia abarcativa de una política sin contrapesos, y eso lleva a peligrosos y a veces imperceptibles, abismos autoritarios.


Antiguamente en Carmelo, teníamos el contrapeso de los colorados, fuertes dirigentes de todas las horas, como el Negro Díaz, Avelino, Bianchi, Salvagno. Así, se mostraba en todos los ámbitos:  el Club Uruguay era de los blancos, pero el Club Unión era de  los colorados. Los rotarios eran mayoritariamente blancos y los Leones mayormente colorados. Con esa lógica bipartidaria de equilibrio político, social y cultural, vivía la sociedad y lograba avances significativos “antes, si querías hacer algo desde el punto de vista social y no te daban respuesta los blancos, ibas a hablar con los colorados. Y siempre lo podías hacer. Ahora tenés que hablar con un blanco sí o sí. y a veces te dan pelota y a veces no”, nos dicen a quienes consultamos para esta nota.

Y descartando cualquier duda sobre la honestidad de las personas, esa unipolaridad produce una situación de asfixia a nivel social que no deja opciones y el estado de decadencia que se vive por ejemplo en la ciudad de Carmelo, es notorio y preocupante.

El poder tiende a corromper y el poder absoluto corrompe absolutamente. La frase es de John Emerich Edwar Dalberg-Acton más conocido como Lord Acton, historiador, político y escritor inglés que vivió entre 1834 y 1902.

Antes que él,  Locke y Rousseau sentaron las bases del pensamiento político moderno a partir del denominado Siglo de las Luces donde planteron  “un estado previo a una sociedad, el Estado de naturaleza, donde individuos sin asociación viven en control y dominio absoluto de sus libertades”.

Despueś vino Charles Louis de Secondat, señor de la Brède más conocido como el Barón de Montesquieu. quién concreto las ideas de Locke de la separación de poderes, por un lado el poder Judicial, por otro el Poder Ejecutivo y por otro el Poder Legislativo. 

Montesquieu argumentaba que “todo hombre que tiene poder se inclina por abusar del mismo; va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar de este, hace falta disponer las cosas de tal forma que el poder detenga al poder” y explicaba que de este modo, “se confía la vigilancia de los tres poderes entre ellos mismos ya que cada uno vigila, controla y detiene los excesos de los otros para impedir, por propia ambición, que alguno de ellos predomine sobre los demás” se puede leer en la Wikipedia con facilidad. 

Hoy, en departamento de Colonia no existen los contrapesos: todo hace referencia al poder de la intendencia expuesto a través de la 3904.

El abuso.

Todos conocemos el bar al que hacía referencia el edil Carlos Fernández cuando señalaba el lugar donde la dirigencia de la 3904 ofrece trabajo en la intendencia a cambio de votos. Todos sabemos a quienes se refería el ex diputado Ricardo Planchón cuando habló de los dirigentes con el dedo en el vaso revolviendo el hielo. 

Lo hacen ahí porque pueden.

Todos conocemos los nombramientos que se hacen desde el gobierno nacional, las licitaciones que se ganan a nivel departamental yh todo lo demás. 

Lo hacen así porque pueden.

No es ilegal, por supuesto, pero lo hacen porque no tienen un contrapeso político que los señale fuertemente. Lo hacen porque pueden, porque tienen la mayoría recontra absoluta, porque nadie los cuestiona con firmeza y porque la oposición es inexistente.

No está mal que la alcaldesa Alicia Espíndola le entregue las llaves de la ciudad a un artista, ni siquiera esta mal que sea a uno que ella admira,  y estoy seguro que si lo hubiera presentado como propuesta en el municipio, todos los concejales la hubieran apoyado. 

Lo que está mal es que utilice para cuestiones personales la figura institucional del municipio y realice el acto sin consultar a nadie.  Lo hace porque puede, porque siente que no necesita explicar ni consultar a nadie por su decisión.  Y eso es una actitud totalitaria proveniente del ejercicio sin frenos del poder.

Y no es  una actitud de  maldad planificada, sino  que lo hace como una conducta natural, en uso de un poder que hoy es total y absoluto y que no tiene contrapeso que la cuestione. Y el que lo cuestione será ignorado y simplemente enviado al ostracismo. 

Es curioso pero estamos en una situación de asfixia político institucional,  en manos de un poder legítimamente instaurado por la ciudadanía. 

Un poder al que hay que sumarse si o sí, que ofrece todo a cambio del voto.

Y que, por acción u por omisión,  no permite la aparición de otras opciones, tan necesarias para los necesarios contrapesos de una sociedad democrática.

FIN

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