En el Frente Amplio de Colonia se cuecen habas

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El pasado jueves, un mensaje del Frente Amplio de Colonia anunciaba una conferencia de prensa en la capital departamental  con la finalidad de realizar una puesta al día, con nuevos elementos a las ya denunciadas irregularidades en la dirección de tránsito, “se sumarán a lo antedicho un resumen de anteriores y nuevas irregularidades y problemas de gestión en otras áreas sensibles de la Intendencia de Colonia” señalaba el comunicado.

El mismo estaba firmado por el edil José Luis Pittamiglio que actúa por estos días como Coordinador de la Bancada del Frente Amplio coloniense.

El domingo en la tarde, un nuevo mensaje suspendía la realización de esta conferencia de prensa. ¿Qué pasó entre el jueves y el domingo en la interna del Frente Amplio?

Según nos dijo el propio Pittamiglio “el MPP no nos apoyó, argumenta que primero hay que pedir la auditoría externa” explicó. A esta postura se habría sumado rápidamente el edil de Asamblea Uruguay William Geymonat.

La postura es, en el fondo, una negativa a confrontar con Zimmer y un trancazo a la estrategia del Partido Socialista de denunciar los presuntos hechos de corrupción de la comuna,  porque en los hechos, para que la junta departamental apruebe una auditoría externa en la Dirección de Tránsito se necesita de los votos del Partido Colorado, y este, a través de la edil Nibia Reisch, le había comunicado al edil Pittamiglio el pasado viernes que  los colorados “hablaron con Walter” y este les dijo que esperaran un poco porque hacía un mes que estaba realizando una investigación administrativa en esa dependencia.

Algo que no era verdad según se constató  en la primera audiencia que EL ECO tuvo en el juzgado con el jerarca de Tránsito Daniel Sánchez.

En definitiva, el MPP le trancó la conferencia de Prensa al Partido Socialista, donde este tenía algunos elementos  nuevos que iba a difundir, sobre nuevos casos de presuntas irregularidades en la Dirección de Tránsito.

 

La medida no es de extrañar en el MPP. A lo largo de esta gestión esta agrupación que  resultó mayoritaria en la interna del Frente Amplio de Colonia, ha manifestado una postura contraria al planteo frontal de conflicto con el intendente Zimmer. Su visión de la gestión del “ex compañero” con el que se reunían cuando muchos integrantes del MPP integraban la IDI a la salida de la dictadura, difiere bastante de lo que se percibe en el resto del Frente Amplio, y ha estado más cercana a la línea del zimmerismo que de la propia izquierda.

En el resto del Frente Amplio hay una postura más crítica sobre la gestión del intendente y de sus jerarcas, más cercana a lo que aprecia la población que, en charla frontal, le dice a quien quiera escuchar que estamos ante la peor gestión de un intendente blanco en Colonia. La colocación de asfalto y de parches por todo el departamento no parece acallar las voces de quien quiera escuchar las críticas hacia una intendencia que se ha perdido credibilidad y llegad a la gente.

Sin embargo y convencidos que va a volver a ganar el Partido Nacional, los dirigentes emepepistas –tal vez en honor a esa vieja relación de excompañeros que mantienen- prefieren el bajo perfil a la confrontación.

Así fue en cada caso de corrupción que durante los dos últimos períodos, ha asomado desde el gobierno municipal. En la interna frentista, el MPP siempre mocionó para “barrer bajo la alfombra”.

Por eso en este período la Junta Departamental de Colonia ha sido de las más inoperantes de las últimas legislaturas, especialmente la oposición de izquierda, que  es realmente tibia a la hora de presentar en Sala sus críticas al modelo nacionalista.

En los hechos, por lo bajo los dirigentes de la izquierda departamental están más cerca de la resignación que de la lucha, y pese a que falta más de un año y medio para la elección municipal, ya aseguran a quien quiera escucharlos que será imposible ganarle a los blancos en Colonia.

Mientras los blancos ya se lanzaron a la campaña y se los ve por todos lados  ¿Alguien vio a un dirigente frenteamplista recorriendo el departamento los fines de semana, realizando reuniones con la población, armando estrategias o diseñando con la gente modelos de gestión diferentes para presentar a la ciudadanía?

Según la visión de una parte de la izquierda departamental, los colonienses estamos resignados a tener nuevamente un intendente de Partido Nacional. Una idea que parece contar con consenso dentro de la izquierda coloniense y a la que parece, nos vamos a tener que ir acostumbrando hasta el 2020, por lo menos.

FIN.

La agenda informativa y los derechos fundamentales en el interior del país. Algunos casos

Ponencia presentada en Seminario de Serpaj en 2004.

Por Gabriel Monteagudo

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El 3 de marzo de 1974 Aldo Perrini murió por los golpes y la tortura que le dieron en el batallón de Colonia. Tenía 34 años cuando se lo llevaron el 26 de febrero junto con chiquilines de 17, 18 y 19 años. Era un hombre corpulento pero todos lo conocía por Chiquito Perrini. El y su hermano hacían los mejores helados que recuerde mi infancia y su muerte hoy sigue siendo un agujero negro en la historia de la sociedad de Carmelo. En un gran libretón del cementerio local está escrito que murió por edema agudo de pulmón y así quedó en la historia oficial de la ciudad.

Allí es el único lugar de la ciudad dónde hay escrito algo sobre Chiquito Perrini.

Aunque todos en el pueblo lo conocía y saben que fue velado a cajón cerrado y con fuerte custodia militar para que no se vieran los golpes que le provocaron la muerte, nadie habla de Chiquito Perrini, nadie lo recuerda los primeros días de marzo de cada año y, a excepción de su hermano que publica un pequeño recordatorio cada cinco años, Chiquito Perrini, el único martir que tiene el pueblo para recordar los horrores de la dictadura, no aparece en el recordatorio colectivo.

En una ciudad que en 1974 tenía poco más de 10 mil habitantes y de la que se llevaron más de 300 detenidos, Chiquito Perrini es allí la viva imagen del horror de la dictadura.

Su esposa y sus hijos prefieren que no se hable de Perrini y durante estos años el silencio es -paradojicamente- el único sustento de su recuerdo. La postura e influencia familiar -gente muy bien, conocida y vinculada en la ciudad- ha provocado incluso el silencio de quienes lo conocieron y estuvieron detenidos junto con él. Pese a que la izquierda lo reclama como propio, tampoco lo recuerda oficialmente pero lo reinvindica también como de su propiedad y prefiere también no hablar públicamente del tema.

Los compañeros de Nueva Palmira, Daniel Roselli y Nancy Banchero que iniciaron EL ECO de Palmira ya tenían como prioridad en al agenda informativa el tema de los derechos humanos, así que hace 10 años cuando comenzamos con EL ECO de Carmelo, era algo natural el tratamiento de las cosas ocurridas durante la dictadura.

Ni la radio, ni el cable del mismo dueño, ni los periódicos que salieron en estos años en Carmelo y Nueva Palmira han abordado el tema. Por ende, la historia de «chiquito Perrini» fue uno de los primeros temas para nosotros, a quienes por formación nunca nos convenció difundir sólo la versión oficial de las cosas.

«Chiquito es nuestro y de nadie más» nos dijo su familia cuando hicieron 25 años de su muerte, así que para evitar el dolor familiar, decidimos postergar la historia.

El año pasado, coincidiendo con los 30 años del golpe de Estado entrevistamos al actual presidente de la mesa departamental del Frente Amplio de Colonia quién en aquella época era un militante estudiantil de 19 años, cuando fue detenido por los militares, el mismo día que se llevaron a Chiquito.

Román Chipolini contó desde la tapa de EL ECO de ese sábado que la muerte de chiquito perrini en la tortura del batallón 4 de Colonia hizo que los militares decidieran «blanquear» la situación de decenas de detenidos y esa misma noche los llevaron al Penal de Libertad «Perrini salvó a muchos carmelitanos» contó Chipolini desde EL ECO.

En febrero de este año, se acercaban los 30 años de la muerte de Chiquito, hablamos con un colaborador nuestro, el amigo y colega José Luis Pittamiglio Olmedo, que había estado detenido en aquella época y era vecino de la familia. El quería escribir algo sobre aquella historia y nosotros pensamos que también era otra forma de recordarlo.

Su artículo, muy preciso, emocional y certero provocó que uno de sus hijos que tiene ya más de 30 años, nos viniera a pedir que no publicáramos más nada sobre su padre y nos volvió a reclamar sobre la propiedad de la historia. Además dejó claro que «temía manipulaciones políticas» de la historia de su padre.

El hecho puntual es que hasta ahora, la historia de Chiquito Perrini, apenas un simpatizante de izquierda al que mató la prepotencia militar, es un tema tabú en el pueblo del que vengo.

El caso sirvió para preguntarnos en EL ECO de quíen es la historia de Chiquito Perrini. ¿Es solo de su familia? ¿Es de los sectores políticos que también reclama su propiedad? ¿Es de la sociedad que cree que el silencio es el mejor remedio para el olvido?. Finalmente ¿hasta que punto como medio de comunicación podemos llegar sin violentar esa intimidad familiar parida con el dolor de tan horrible pérdida?

Cada pregunta genera varias preguntas más pero en este sentido tenemos claro algunas cosas:

Una de ellas es que si la historia no la rescata EL ECO, la sociedad mantiene el silencioso consenso de olvidarla en los confines del recuerdo. Esto es: no hay otro medio de comunicación que pueda rescatar para la historia local el recuerdo de su mártir. Estamos convencidos que la historia de Chiquito Perrini ya no pertenece a su familia sino que es propiedad de la historia de la sociedad en que vivió.

Perrini no murió de un edema pulmonar agudo sino que murió víctima de la tortura de militares que se lo llevaron porque también hubo civiles, capaz que hasta vecinos, que lo señalaron y lo sentenciaron sólo por ser adherente, ni siquiera militante activo, de un partido político.

Creo que si como medio de comunicación permitimos que la historia sea propiedad solo de la memoria familiar y no hacemos el intento de consolidarla como parte de la memoria colectiva en una sociedad que en general ha mirado con indiferencia temas tan abominables como la tortura me pregunto si ¿acaso no estamos estimulando que la sociedad la siga aceptando?.

Contar la historia y recordarla cada año me parece el aporte mínimo que podemos hacer como medio de comunicación quienes creemos en la máxima que dice que desprolija y con errores, el periodismo es la primera versión de la historia.

El filósofo francés Michel Foucault dijo que «cada sociedad tiene su régimen de verdad, su política general de la verdad». Personalmente creo que Chiquito es víctima además del silencio cómplice de una sociedad que decretó SU verdad producto de la amnesia, es decir que si se decreta el olvido colectivo estaremos exentos de reflexionar sobre nuestras responsabilidades en esos hechos.

 

Aún hoy una parte de la sociedad parece no querer saber que fue realmente lo que ocurrió en los cuarteles de la dictadura porque creo que en el fondo si se enteran, van a tener que darse cuenta que ellos también, por acción o por omisión, fueron responsables de aquellas aberraciones.

Me parece a mí que aquellos vientos trajeron muchos de los lodos que afectan hoy a la sociedad moderna y me pregunto si el silencio de ayer tiene mucho que ver con los males de lo que somos hoy como sociedad.

Mientras tanto Aldo Perrini, Chiquito Perrini, aguarda que lo revivan de la más dolorosa de las muertes: la muerte por desmemoria.

Pero incluso dentro del gremio periodístico el tema de los Derechos Humanos provoca el efecto futbolístico de «patear la pelota al óbol».

En octubre de 2000 LA REPUBLICA publicó como tema de tapa una nota en la que mostramos por primera vez una lista negra que algunos civiles de Nueva Helvecia le acercaban a los militares separando a «quienes están por la patria y quienes están contra la patria» y reclamaba que el tratamiento a unos y a otros «no puede ser el mismo». A manera de moderna inquisición el escrito alertaba que quienes «traicionaron al patria y la democracia merecen ser sancionados moral y económicamente».

Ocho periodistas helvéticos -los más representativos de los medios locales- se enojaron muchísimo por esa tapa de La Republica, cuestionaron la nota y la rechazaron a tal punto que en la carta que difundieron públicamente días después no sólo rechazaron la nota sino también que rechazaron» las lecturas que puedan realizarse de estos hechos y que resulten negativas para la imagen de la ciudad».

Repudiaban lo que el ocasional lector podía llegar a pensar sobre un hecho que fue absolutamente real y la embistieron contra este colega que sacó la historia a la luz.

Los colegas llegaron incluso a la barbaridad de minimizar el hecho argumentando que la discriminación por razones políticas producidas en los comienzos de la década del 70 «involucraron a mínimas minorías, porcentajes numéricamente despreciables de la población total de la ciudad».

Eso fue lo que me contestaron los periodistas helvéticos. O sea, » tanto escándalo por una bandita de fascistas que mandaron en cana a ciudadanos inocentes».

Esos otros resultaron más de 200 pero ¿acaso uno solo no hubiera sido lo mismo?.

No tuve noticias después sobre alguna autocrítica ni periodística ni social de los sectores «máximos» de la población de Nueva Helvecia.

En el departamento de Colonia hay 5 radios AM, 15 FM, 11 operadores de cable y 7 de mmds. Si bien no hay censura que impida la difusión de noticias que tengan que ver con los derechos humanos o la dictadura, también es cierto que los medios, especialmente la televisión ha convertido en espectáculo sus emisiones y ya no son medios de comunicación sino medios de entretenimiento.

Hoy los informativos de aire le dan más espacio a la nueva relación del príncipe Carlos que a la postura sobre la política de impuestos que aplicará cualquiera de los partidos que aspira a ganar el gobierno.

En ese marco, son contados con los dedos de una mano los medios que se ocupan particularmente de los temas de Derechos Humanos durante la dictadura.

Colgados del perverso sistema político que les regala el medio y luego la propaganda oficial con la que financiarlos, los medios electrónicos no cubren la pobreza, la miseria, la desocupación, la falta de expectativas de los jóvenes, la emigración. Pero se apuran a anunciar cuando desde el gobierno anuncian una mejora de estos índices o como hace ese diario capitalino que todos los días publica sobre las maravillosas inversiones en Nueva Palmira en el mismo tono que el discurso presidencial y no es capaz de levantar el teléfono para preguntarle a algún palmirense de a pie si es esa ciudad es tan maravillosa allí como dice por cadena nacional el presidente.

Soy hijo directo de la educación de la dictadura y con los años, tuve que reaprender muchos conceptos que me inculcaron en mi pasaje por la educación formal. Con el tiempo aprendí que disciplina no era lo mismo que libertad, que Eduación Moral y Cívica no era lo mismo que derechos humanos, que el patriotismo nada tenía que ver el con el largo del pelo sobre el cuello de la camisa o con el largo de la falda, que el orgullo de ser uruguayo no venía del Año de la Orientalidad y que la democracia no era solo algo que les pasó a los griegos allá lejos y hace tiempo, pero de lo que se iban a curar pronto.

 

Ese largo proceso de reaprendizaje que encaramos muchos de los que fuimos formados educativamente durante la dictadura y no tuvimos contacto directo con ella, hizo que me preocupara de estos temas en mi trabajo periodístico y porque además, por naturaleza, prefiero saber qué pasó. Siempre prefiero saber qué pasa y hacerme parte de la responsabilidad que me toca.

Será porque nunca me gustó ir por la vida como un boludo alegre.

Pero es verdad que veo con preocupación que una parte de la sociedad, apuntalada por medios de comunicación que alientan esa postura, no quiere hablar sobre los temas viejos de derechos humanos y tampoco los temas nuevos de derechos humanos (derecho al trabajo digno y bien remunerado, derecho a la vivienda, a la vida, a la educación) «eso no es fashion, no es alegre» me dijo una peluquera del pueblo con la que conversaba. Claro, los pobres nunca lo son, pero hoy son más de la mitad de los uruguayos y da vergüenza ajena ver muchas veces como algunos medios encaran «porque no tienen mas remedio» estos temas.

 

Esta semana una radio de las tres AM más importantes del departamento dedicó toda la mañana criticar la designación de tres superministros en el partido político

que recoge la mayoría de las encuestas sin llamar a un solo dirigente para escuchar su opinión, en la otra se habló media tarde sobre la suba del boleto en Montevideo y desde la otra cuestionaban la violencia que existía en los jóvenes y la modalidad del «arrebato» por dos señoras a las que le habían quitado al cartera en la calle «¿qué queres que haga si me piden que sólo cubra cosas livianas» me dijo un colega el otro día.

Pero no sólo los medios de comunicación prefieren olvidar el tema.

Esta semana consulté a dirigentes políticos jóvenes, que también fueron educados en dictadura y que ahora aspiran a ser la renovación de sus partidos. ¿Crees que los temas de Derechos Humanos quedaron laudados con la Ley de Caducidad?, le pregunté al edil departamental, Andrés Brugman, de 36 años y que se presenta como la renovación del Foro Batllista en Colonia a lo que fue el liderazgo de Ariel Lausarot.

 

Me contestó «Creo que no es el tema que a los uruguayos hoy les importe, es decir, creo que sí les importa el tema de Derechos Humanos, que no haya torturas hoy, que no haya violaciones a los Derechos Humanos hoy, pero las cosas que pasaron hace 30 años a los uruguayos no les importa. Es un tema que quedó laudado. Creo que el tema ya pasó y hoy estamos dedicados a otra cosa» me dijo.

 

Esta semana, la Comisión de Derechos humanos de la Junta Departamental retomó el tema de los 8 cuerpos que aparecieron en las costas colonienses durante la dictadura. Fue el martes pero hasta ayer no supe de ningún medio que difundiera que la comisión decidió viajar a Buenos Aires para entrevistarse con el Instituto Técnico Forense y las abuelas de Plaza de Mayo porque entre otras cosas, no están conformes con el trabajo de la Comisión para la Paz, que no profundizó sobre estos cuerpos y sólo se limitó a reproducir el trabajo que hizo la Junta Departamental de Colonia.

 

Para terminar solo repetir que siempre, absolutamente siempre es mejor saber qué fue lo que pasó y aunque una parte de la sociedad se niegue a saber, el periodista debe seguir insistiendo y mantener estos temas en la agenda cotidiana. La verdad redime afirma siempre Elisa Carrió y yo creo que al menos la verdad alivia y encarrila a las sociedades que barren sus culpas bajo la alfombra.

Como periodista voy a tener conciencia que el tema de los derechos humanos realmente terminó, no cuando no obtenga más respuestas, sino cuando ya no tenga más preguntas para hacer.

* Gabriel Monteagudo es periodista, trabaja para el diario El Eco en el departamento de Colonia y es corresponsal del diario La República.

Exclusivo: después de cinco años EL ECO publica el testimonio de un exmilitar que vivió en Carmelo y contó dónde hay enterrados restos de compatriotas asesinados por la dictadura

Fragmentos de verdad que salen a la luz

Por Gabriel Monteagudo

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Unos seis o siete cuerpos de compatriotas asesinados por la dictadura se encuentran profundamente enterrados en los pilotes de un viejo polvorín del Batallón 13, construido cuando volvió la democracia. Allí donde ahora se sospecha podrían estar también los restos de la nuera del poeta Juan Gelman, y en una porción de terreno bajo cercano a la Gruta de Lourdes.

Estos restos forman parte de la operación zanahoria que terminada la dictadura pretendió remover los cadáveres de los asesinados por los militares para borrar todo rastro de su herejía, tras doce años de permanencia prepotente en el poder. Para que nunca fueran encontrados, estos restos se llevaron a lo más profundo de los cimientos de este polvorín donde todavía se encuentran y aguardan ser rescatados para contar su verdad.

Desde 2008 EL ECO cuenta con el testimonio exclusivo de un exmilitar carmelitano que participó de las operaciones de remoción de tierra en la zona y sus declaraciones hoy forman parte de los indicios documentales que posee el antropólogo José López Mazz para los trabajos que comenzó a realizar en el Batallón 13 la semana pasada.

 

La historia

En 2008 un exmilitar retirado, pero que se mantenía en contacto con muchos de sus excompañeros de armas realizó el primer contacto. “Te voy a contar la información que tengo sobre los compatriotas asesinados por los malos milicos”, me dijo. En su casa tenía un escrito preparado que contenía el relato de cómo llegó a ser integrante del ejército como maquinista de maquinaria pesada. “Un vecino militar, que vivía en mi mismo barrio, me preguntó si quería trabajar manejando maquinaria para el ejército, y ahí entré”, contó.

La historia de su vida y de lo que vio me la entregó en un documento escrito que aún conservo.

¿Por qué contamos este relato cinco años después? Por dos motivos: uno es que el exmilitar ya no vive en Carmelo, y en segundo lugar, porque esperamos todos estos años para que la prueba no se fuera a destruir antes que ingresara al Batallón 13 el único equipo capaz de preservar y sacar la verdad a luz: ni más ni menos que el equipo del antropólogo José López Mazz.

Fue a López Mazz a quien contacté rápidamente cuando tuve esta información. Sin difusión en la prensa y en una vieja camioneta blanca destartalada, José López Mazz llegó a Carmelo un par de semanas después: le entregué el material que tenía, le conté la situación y lo llevé a conversar con este testigo directo de la remoción de cadáveres durante la Operación Zanahoria. Desde entonces, López Mazz ha guardado este material que hoy conforma parte de la evidencia que tiene para trabajar en el Batallón 13, donde pudo ingresar la semana pasada. Ahora, entonces, podemos contar esta historia que en EL ECO nos guardamos durante cinco años y que es un humilde aporte para el descubrimiento de la verdad.

 

La carta

El texto que el exmilitar me entregó en mano propia tiene un título sugerente: “La Dictadura, los políticos, la necesidad de los pueblos. Pero siempre Soldado!!”.

Este hombre que supo vivir como vecino en Carmelo durante más de quince años, fue operario de maquinaria para el ejército y pudo tener contacto directo con los enterramientos de compatriotas que ocurrían cuando el régimen militar disparaba e intentaba tapar los crímenes que había cometido. “En el barrio… a diario llegaba un militar que era vecino de la carpintería y era custodiado hasta que entraba a su casa, horas más tarde este militar vestido de civil era un vecino más, y más de un broma le gastamos en referencia a la dictadura, se aguantaba piola. Así fue que un día viendo la necesidad mía de salir adelante y progresar me ofreció ingresar a las Fuerzas Armadas. Recuerdo que le dije ¿Cuánto pagan? Días más tarde me trae una tabla de salarios y me dijo hasta aquí podes elegir y de aquí en adelante si te adaptás podes llegar por mérito propio. Así fue que aquella tablita de números me llevaría a integrar la institución de las Fuerzas Armadas, lugar donde los oficios se llevan adelante en todas las áreas, construcción de escuelas, rutas y caminos, puentes, permitiendo la recorrida por todo el país con la diferencia que mi oficio lo tenía adquirido antes de ingresar”, cuenta.

 

Asume Sanguinetti

Con la asunción de Julio María Sanguinetti “los cuarteles empezaron a cambiar, hasta que llega la orden de tirar los vestigios de la dictadura, entre ellos tuve la oportunidad de ir a tirar el inmenso mástil del Cerro de la Fortaleza de Montevideo, algo que no se podía creer que se hiciera, donde había flameado la querida bandera uruguaya, pero detrás de aquel mástil estaban presente los egos del poder, la caída del mástil era un símbolo de poder de unos idiotas”.

En los diarios de aquellos días aparecían fotos que señalaban el Batallón de Infantería Nº 13 como punto de enterramiento de uruguayos. “Recuerdo una foto que publicó La República que desde un tanque de agua de los trenes en Peñarol habían apuntado con lentes largo alcance a la máquina que trabajaba en las excavaciones, se trataba del Plan Zanahoria, donde parte de los vestigios debían desaparecer, pero con la diferencia que estos eran hermanos uruguayos que habían sido enterrados en el Batallón Infantería Blindados Nº13, hermanos que con errores o aciertos, no tuvieron la oportunidad de la justa defensa. Lo mismo ocurría con otra máquina que se encontraba en el Batallón Infantería y Paracaidistas Nº 14 en Toledo”.

Los operadores de aquellas máquinas eran los mismos que compartíamos guardias juntos o un trago de caña. Un día me tocó ir a llevar combustible para abastecimiento a estas máquinas. Por lo general primero iba al 13 y más tarde, por ser más lejos, a Toledo, donde se hacía propicio un asadito, entre aquellos movimientos de tierra que se hacían”, señaló nuestro testigo.

 

¿Salen zanahorias?

Continuando con el relato, el exmilitar expresó que “un día que voy al Batallón 13, me entregan de mi unidad una máquina fotográfica, para tomar fotos de los trabajos, ya que se llevaba una historia de los trabajos que se realizaban. Llegué a la máquina bulldozer conducido por el Cabo 2º Silva Cabeza, entre la conversación que manteníamos le pregunto “y… ¿salen las zanahorias?” Y me dice “allá adelante apareció hoy otro”. El barro existente solo mostraba unos restos de tanque de 200 litros. Tomé fotografías varias de la zona en que la máquina trabajaba, zona muy próxima a la cañada de la gruta de Lourdes. En la conversación me dice “estimo que van como seis que ya fueron descubiertos”. Pero los supuestos restos humanos no eran tocados por el maquinista, el trabajo de recopilar los restos se hacía a posterior por oficiales que respondían al Jefe del Batallón de Infantería 13”.

 

A los pilotes

Según el testimonio, durante el gobierno de Sanguinetti los trabajos se continuaron y se sumó al bulldozer una retro excavadora Cat. 325 operada por el civil Sgto 1º J. Noble El Gorila. En aquella rutina de mover tierra, en el Batallón Infantería 13 se había comenzado la construcción de un polvorín. “Y en uno de los tantos días que estaba con El Gorila le pregunto por qué están excavando a tanta profundidad, “para hacer los espaldones del polvorín”, me dice, “van a ir los pilotes en cada esquina”. Eso es un bolazo para semejantes pozos grandes y El Gorila me dice “tan grandes para que nunca más se vean, date cuenta con qué mierda los van a encontrar ahí… ja, ja”. Le digo “es que las zanahorias las meten ahí” y me dice “sí, fueron varias bolsas en la profundidad de los cimientos”. Me dice que calcula que eran seis o siete y puso cara triste porque “al fin eran seres humanos”. Aquí se cerraba una parte de la excavación, el trabajo de remoción de los restos lo hacían a posterior y debían tener un lugar donde nunca más fuesen encontrados. El polvorín hecho en aquellos días, allí están los hermanos uruguayos”, cuenta el testigo a EL ECO.

En tanto, en el Batallón de Infantería 14 continuaban los trabajos de remoción, muy poca era la información que surgía de ahí, controlaban las conversaciones y todo movimiento que se hacía, solo se supo que aparecieron restos humanos, pero que mezclados y quemados en los hornos de ladrillo, nada quedaría.

Era una zona de donde efectuaron explotaciones de canteras y los movimientos de tierras eran muy importantes con una logística de camiones muy grande. Los años pasaban, las máquinas terminaron los trabajos y se continuaba con otras tareas, pero continuábamos compartiendo el compañerismo de trabajo. Alguna broma nos gastábamos, como por ejemplo, “mirá que vos fuiste a la quinta a remover zanahorias””.

 

El testigo hoy

Nuestro testigo es hoy un militar retirado que mantiene serios cuestionamientos a los acuerdos realizados entre políticos y militares y que asegura que aún hoy los militares “no tienen garantías” para hablar y contar lo que pasó en aquellos años y que existen pactos entre políticos y militares que impiden conocer toda la verdad.

 

Los pactos de silencio

El documento que poseemos del testigo que revistió en las Fuerzas Armadas, y cuya copia tiene el antropólogo López Mazz, cuenta su versión de lo que ocurrió tras bambalinas en el hallazgo de los restos del escribano Fernando Miranda y señala que aún en esta época, hay pactos de silencio que se sostienen. “Nos meten a todos en la misma bolsa, incluso después de 30 años”, señala nuestro testigo. “Hemos perdido trabajos, nuestras familias muchas veces son discriminadas y eso ocurre hoy en pleno año 2008, donde por haber sido milico, te juzgan mal”.

Se preguntan ¿por qué no hablaron antes? Y yo les comento esta realidad vivida y le pregunto a todos los que piensen así… a quién y con quién hablamos, no tenemos ninguna garantía, todo lo que se dice a través de los medios de comunicación no vierte ninguna garantía para quien estuvo en aquellos trabajos. Los riesgos de amenazas a la familia están presentes”.

Y agrega que “hoy algunos presos y otros considerados ‘vivos’ acordaron o pactaron. Me pregunto ¿por qué no aparecieron más restos humanos en el Batallón 13? ¿No sabía esto que yo hoy comento? ¡Sí, lo saben! Pero es más fácil mostrarle a la población que algo hicieron, y luego decir que no pueden más”.

En 2006 fueron hallados en el lugar los restos del escribano Fernando Miranda, quien había estado reportado en la lista de detenidos desaparecidos.

Cuando se publicó que habían aparecido los restos de Miranda en el Batallón Nº 13, entre los que nos mantenemos en contacto sabíamos cómo había sucedido”, señaló nuestro testigo. Y luego relató que “el Tte. Cnel. Ramos El Pato se había ido hasta las cercanías de Pando, a la casa de El Gorila y lo amenazó a él y a su familia. Pidiéndole que le marcara donde se habían levantado los últimos restos. El Pato Ramos fue al Batallón 13 con el Dr. González, (secretario de la Presidencia); el doctor ingresó de campera camuflada y escondido al Batallón Nº 13 junto al militar que estaba entregando los primeros restos”.