Opinión: un partido inocente

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Novick quiere un país donde no haya burocracia, esto es, dicho en criollo, donde los funcionarios públicos trabajen sin parar a tomar un mate o comer un bizcocho,  y trabajen rápido. Además quiere un país donde los presos estudien, hagan ejercicio y salgan rehabilitados.

Novick quiere políticos que no tengan aspiraciones políticas, seleccionados por una empresa que garantiza su honestidad.

Novick quiere que los patrones y los trabajadores se lleven bien, que no haya paros, que los trabajadores produzcan y que los empresarios estén felices.

Al candidato Novick hay que avisarle que los Reyes Magos son los padres,  y que por más corrección política que tengan estos mensajes, la realidad es absolutamente diferente.

Lo preocupantes es que haya gente que siga este tipo de discursos voluntarista.

Para empezar podría preguntarle al ex presidente José Mujica donde quedó la reforma del Estado que anunció iba a impulsar en su mandato,  y que demostró claramente que si el macrosistema de funcionarios del Estado requiere una reforma, no podrá ser posible sin la participación activa y aprobación de los propios trabajadores.

Incluso con la de los indiferentes que no participan en los sindicatos pero que patean inmediatamente cuando desde afuera alguien les  torpedea su parcela de poder.

Decir que por decreto va a terminar con la burocracia, es al menos, una inocentada.

Que podemos  señalar también  sobre los reclusos, que allí están en las cárceles  con su libertad ambulatoria restringida pero nada más, que no son objeto de desecho porque siguen siendo sujeto de derechos,   y que no hay forma de obligarlos a hacer ejercicios, o estudiar si los propios reclusos no tienen la iniciativa para ello.

En cuanto a seleccionar políticos sin votos, sin ambiciones políticas, sin respaldo popular y sacados de la pipeta de un laboratorio, o de la carpeta de una consultora, con un certificado de honestidad, es tan improbable como encontrar en montevideo un uruguayo manejando un taxi.

Ni que hablar de la pretendida relación win win win en el ámbito del trabajo. Es impracticable, porque si existieran trabajadores contentos porque ganan lo que merecen y empresarios,  contentos porque delegan la mayor parte de sus ganancias al sueldo de sus trabajadores, no existirían los gremios.

Los gremios son justamente creados para disputarle una porción mayor de la plusvalía que obtienen los empresarios con el esfuerzo de sus trabajadores.

En esta relación patrón-empleado, el que tiene el poder no es el trabajador, que depende del salario y de las condiciones que le impone el empleador, quien  tratará de pagar lo menos posible para obtener el máximo de ganancias.

En definitiva, para Novick el concepto de “sindicatos modernos” no es otra cosa que aquel sindicato donde el trabajador no protesta, no se organiza con otros trabajadores a los que les ocurre lo mismo, no le pasa por la cabeza hacer un paro,  y acepta sin chistar lo que le paga el empleador.

Es imposible que, con estas definiciones, Novick pueda llegar más allá del límite de la gente que está desencantada de la política, de los empresarios que sueñan con volver al manejo en negro de sus cuentas y  de aquellos que creen en el voluntarismo inocente de “los más capaces en cada cargo” para encarar la gestión pública.

 

En este movimiento, en este Partido de la Gente,  no encajan por supuesto las grandes mayorías populares, los trabajadores asalariados, los desposeídos de derechos, los que nunca tuvieron oportunidad para superarse, los que son diariamente olvidados por el sistema depredador de la premisa  del sálvese quién pueda.

 

Una nueva cara  de una vieja receta, donde gobiernan los menos, y en donde pierden, como perdieron históricamente, los más.

 

FIN.