
GM
Una ama de casa, un camionero, un electricista automotor, un distribuidor de productos de limpieza, un empleado privado son los oficios de los concejales de Carmelo. Cuando van suplentes, han ido trabajadores de la náutica, maestros jubilados, maestros en actividad, etc.
Más pueblo, imposible. El municipio de Carmelo es una representación fiel de la sociedad de Carmelo, podría ser mejor, podría ser ideal, pero es representativa.
Uno puede llenar sus opiniones de enumeraciones de decretos, de textos de filósofos y recurrir a la academia para interpretar los hechos cotidianos, pero una pregunta básica es cuál es el alma del texto que determina la creación de los municipios. ¿Cuál fue la idea del legislador al crear la ley de Descentralización y Participación Ciudadana?
Ni más ni menos que los vecinos de su propia localidad tengan un acceso democrático a una pequeña porción del poder político y también sientan que forman parte del rumbo de su ciudad. Por eso son electos, por eso cualquiera puede ser candidato.
No necesitan, es mas, creo que no pueden ni deberían tener más preparación académica, más títulos y más estudios que la media de la población. Eso nos garantiza el otro punto importante que es la representación.
Imaginense un Consejo donde los cinco sean abogados por ejemplo, o médicos por nombrar dos de las profesiones más frecuentes en la política. Se sentiría representado el ciudadano común o es que el ciudadano común se siente más representado por alguien más parecido a él, más del barrio, más de la calle. Evidentemente la segunda opción parece ser la más acertada.
Por eso tengo la sensación, que el cuerpo de ciudadanos electos en el municipio de Carmelo, mayoritariamente nos representa a los carmelitanos para las funciones que deben cumplir según la misión que les asigna la ley.
Seguramente no es perfecta, pero surge de una cocción inapelable que es la voluntad popular expresada en las urnas. Y ante ese pronunciamiento del soberano, sólo queda el acatamiento y el respeto.
Esa reunión de vecinos ejerciendo el poder de las urnas en una función que salvo la del alcalde, es honoraria, no es un cónclave de académicos ni un Gach de eminencias científicos ni un foro de eruditos en leyes. Son vecinos hablando de cosas de vecinos. Adjudicar otras funciones excede lo que les mandata la propia ley.
Es probable que en esa reunión de vecinos se cuele la informalidad, es cierto, y el vecino que viene a ver la sesión termina comentando en voz alta un dato sobre el tema que tratan los consejales, el deportista que llega a pedir una colaboración termina hablando de la selección uruguaya y el que trajo una carta para pedir un caño aprovecha para alertar que en la otra cuadra de su casa a su vecino también se le atranca el agua de la cuneta, y el periodista que va a cubrir termina dando opinión sobre los temas del Orden del Dia.
Probablemente entonces falte un Reglamento de Funcionamiento, falte protocolo de usos y costumbres durante las sesiones y una delimitación de espacios y funciones de cada uno de los actores que participan de cada sesión. Es inimaginable que un periodista o alguien de las barras pueda comentar a viva voz en Sala en Cámaras de diputados o en la Junta Departamental sin que sea desalojado inmediatamente.
Cuando un tema necesita discreción, los cuerpos legislativos, ya sea parlamento ya sea Junta Departamental, piden sesionar sin público y evacúan a todos los de la Sala incluida la prensa. Cuando el orden del Dia determina temas que afectan vecinos con nombre y apellido o temas sensibles, hay comisiones de Asuntos Internos que coordinan los temas antes de la Sesión Ordinaria.
El periodista debe estar instruido y dada su alta cultura, debe saber mantenerse al margen de esta situación y debe ubicarse y tener un espacio para trabajar que no afecte ni interfiera en el funcionamiento de las sesiones.
Más allá del pedido de los ediles frenteamplistas, pedido desacertado desde el punto de vista político institucional y desde los principios de la libertad de expresión, pero que en los hechos no tiene ninguna repercusión práctica, es bueno notar que de las declaraciones de los ediles se desprende que hay un malestar de larga data, generado entre el periodista y los concejales, los que coinciden por unanimidad en señalar interpretaciones sesgadas y permanente en contra de las resoluciones del municipio.
Para que esto no ocurra, el periodista debe tener un lugar delimitado, tener comodidad para poder trabajar y cubrir las sesiones sin interferir ni con su cuerpo ni con su voz, en el desarrollo de las mismas. Por su parte los concejales durante esas sesiones, deben tener cuidado de no realizar comentarios sobre el trabajo del periodista en su medio, porque eso altera el derecho del periodista de dar su opinión sobre las sesiones en forma libre.
Como periodistas debemos resistir la tentación de buscar protagonismo, andar más en la calle, empaparnos de pueblo para comprender al pueblo, y dejar que la información hable por sí misma, sin que la visión sobre esta información sea más importante que nuestra opinión como periodista sobre la misma. Porque cuando el periodismo se convierte en espectáculo y el espectáculo es el que entra por la puerta, seguro que el periodismo escapa por la ventana.
