Carmelo es su puente

Por Gabriel Monteagudo*

Crónica de 200 años

puente-Carmelo

La mejor imagen de Carmelo es su puente giratorio.

Quizás porque él nos define como un pueblo en constante movimiento, que se va pero que siempre vuelve, que constantemente atraviesa desafíos, y quizás por eso somos un pueblo de ida y vuelta, en transformación. Doscientos años después, Carmelo continúa teniendo más futuro que pasado y por eso mismo, el puente nos define como un lugar de tránsito, una vía de salida por la que siempre vamos a retornar.

Pero a la vez el puente es un lugar tranquilo, un lugar donde los carmelitanos nos podemos parar a contemplar la vida como la corriente que cruza, a veces caudalosa y mansa, muchas veces enloquecida, de un arroyo que aún no terminamos de descubrir. Esa estructura no son unos hierros muertos, sino que forman parte de nosotros como los huesos forman parte de nuestro cuerpo. Son los únicos hierros de un puente que se mueve por tracción a sangre y por eso también es un ser vivo que forma parte de nosotros.

Ese arriba de engranajes que cruzamos diariamente, pero también el lugar en el que nos podemos parar a contemplar el mundo-correntada; ese arriba no solo es un puente, sino que un puente -ciudad, una metáfora de lo que somos: una cuidad tranquila donde podemos encontrar refugio para aquietar el alma, y descansar de la locura de afuera, detener el tiempo para contemplar esa correntada que pasa caudalosa, tan parecida al tumultuoso mundo cotidiano.

De las cuatro manzanas en las que vivían los pobladores de Las víboras desde 1758, al amanzanado actual que sigue en expansión, Carmelo es una ciudad en permanente movimiento, con miles de facetas que no terminan de definirla porque siempre está experimentando cosas diferentes, desde su costado obrero más duro en la extracción de piedra, pasando por su destino naval forjado a mediados del siglo XX o su incipiente orientación hacia un Turismo que no termina de ser suficientemente bien explotado, y un patrimonio rico en arquitectura que podemos encontrar caminando por sus calles en cualquier tardecita de primavera.

Hemos crecido poco, porque tal vez a los carmelitanos nos importa como disfrutamos el tiempo que vivimos, más la calidad que la cantidad de los que somos. Es curioso pero en el censo de 1908 Carmelo tenía 9364 habitantes. Ciento tres años después, cuando se hizo el último censo, nos contaron por última vez y eramos 18.041, apenas el doble de habitantes en ciento tres años. En Carmelo, el tiempo no es una variable que nos merezca demasiada importancia.

A lo mejor, eso ocurre porque el verdadero ritmo de la ciudad lo ponen ellas. Siempre más racionales por naturaleza, en Carmelo hay cien mujeres más que hombres, 9402 mujeres y 8469 hombres que viven en 6250 casas. En esta ciudad, creció más la cantidad de ladrillos amontonados en forma de vivienda, que de personas, y tanto es así, que aún quedan poco más de mil viviendas desocupadas.

En esta ciudad no sólo hay más mujeres sino que los hombres sabemos que ellas al nacer van a vivir hasta los 80 años y nosotros apenas hasta los 74, casi 75, según la expectativa de vida determinada por el último censo. Tal vez nos sirva a los hombres saber que por estos parajes, las mujeres comienzan a tener hijos a los 27 años, tirando a los 28 años años.

Carmelo es su paisaje y no es necesario salir de sus casco urbano para tener una rica historia que contar. Es su puente y su grúa, su edificio de aduanas y su puerto, la casa de Nicolás Mihanovich y el Museo Naval, el Hotel Casino y la Reserva de Fauna, su Playa Seré y El Refugio, la vieja historia del puerto arenero sobre Punta Piedras. Carmelo es el Complejo Turístico esperando nuevos vientos, es el Lamas Garrone, La Gloria y El Vesubio, el Teatro Uamá y el ex Cine Patria, el molino harinero, el Parque Artigas, la arquitectura antigua de su calle principal, la Plaza del prócer y la araucaria de la Plaza Independencia, la vieja Junta Local, la iglesia histórico y el Archivo y Museo del Carmen con todos sus tesoros y por extensión, la Calera de las Huérfanas.

A diferencia de otras ciudades, limitadas por su geografía, Carmelo puede aún expandirse infinitamente hacia varios de sus puntos cardinales. Allí dónde la imaginación no tiene límites, la ciudad cuenta con amplios espacios verdes aún por conquistar.

Pero además, Carmelo es su gente que lo hizo grande y mucha que aún lo engrandece cada día. Es Roberto Bertolino, Román Iturburúa, Silvio Giribone, Eduardo Arbeleche, el Mtro. Hugo Dupré, el Prof. Miguel Banchero y Atilio Francois, Braulio Massé, Raúl Barizoni, Dante Irurtia, Mariucha Piceda, Antonio Sarachu, Alfredo Sarachu y Marujita, Bachicha Rodríguez y Maximiliano García. Es el Pardo Herrera y Obdulo López, Tito y Juan Parodi, los Ferrari panaderos y los Parodi murguistas, el indio Candioti, Miguel Pichín Mortalena y Jorge Fontana, Juan José González y Fernando Pozzo, Ovidio “Titico” Díaz, Saén Martínez, el Dr. Luis García Díaz y Orlando Gil, Sergio Casanova, Julio Tagliafico, Emiliano Dumestre, Pablo Anchieri y Nahuel Mendoza, Leandro Salvagno, los remeros Gustavo Pérez, Luis Mariano Aguiar y Raúl Torrieri, Mario Mazzeo, Alberto Dupré, Aledio Pegazzano y su Pablo Siglo, Pastor Aulet y Siles Ferrari de Busco, Rodolfo Jorajuría, Walter Hugo “Pechuga” Giribone, Alfredo Keuylian, Ismael Abad y Alecio Monteagudo. Y tantos más.

Pero más allá de pasado y presente, Carmelo es futuro. Los dueños del futuro son menos famosos, pero apostamos a que darán que hablar en los próximos años: Manuela Aznárez, Romina Membredes, Mauricio Petit, José Montero, Lucía Cerruti, Melania Orgoroso, Santiago Cerruti, Gonzalo Dorrego, Juan Luis Udaquiola, Joaquín González, Maximiliano Muñoz, Angel López, Ariana Funes, Elias Haboush, Gillermina Espíndola, Gimena González, Silvana Rojas y Belén Montero.

Apenas algunos de los jóvenes carmelitanos que se destacaron en los últimos años en áreas como las ciencias y las matemáticas, y que fueron noticia en nuestras páginas.

La lista es arbitraria, desordenada e injustamente elaborada, pero no es más una excusa para decir que, como el arroyo que nos atraviesa, Carmelo es una correntada en pleno desarrollo, una ciudad aún en carne viva y en continua transformación.

Doscientos años es un acontecimiento importante, pero es sólo un momento más, de los tantos que tenemos para disfrutar como mojones en una ciudad que por suerte, todavía no es todo lo que puede ser.

*Periodista y redactor responsable de El Eco de Carmelo

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