¿Que tienen en común los camioneros que llevan grano a Nueva Palmira, los trabajadores del Frigorífico Solís en conflicto y el que le plantea un juicio laboral a la bodega Campo Tinto de Carmelo?
Todos trabajan en empresas que facturan fortunas, pero que pagan monedas a los trabajadores. Todos tienen hoy a sus trabajadores en conflicto porque el salario, o no es lo que acordaron, o no es lo que los trabajadores necesitan para vivir.
En el frigorífico Solís, despiden sesenta trabajadores para seguir faenando lo mismo que antes, pero con menos costo laboral, esto es con mayor ganancia para el empresario.
En Nueva Palmira, los transportistas denuncias que los grandes acopiadores de granos les quieren pagar a los camioneros un cuarenta por ciento menos de lo que habían pautado. El grano sigue cotizándose alto en el mundo y los millones de dólares que se embolsan los acopiadores suman cifras de más de seis ceros.
En el puerto, las grandes terminales despiden a su persona y tercerizan en empresas que tercerizan los servicios, que luego tercerizan a trabajadores que terminan cumpliendo horario por poco más de diez mil pesos.
En las empresas carmelitanas como Campo Tinto, una bodega propiedad de la familia Viganó-De Narbaez, los hacen trabajar como Industria y Comercio pero los registran y les pagan como peones rurales.
Dicen que no hay trabajo, pero no es cierto. Trabajo hay, lo que pasa es que los empresarios ofrecen quince mil pesos de sueldo, que no alcanzan para nada, en tareas donde las empresas facturan millones.
Llámese costo de la sociedad de consumo, llámase trabajadores más informados o que hoy tienen un nivel de vida mucho más elevado que hace diez años atrás, muchos asalariados de hoy sacan la cuenta y dicen «por 15 mil pesos no me sirve salir, pasar el dia afuera de mi casa, gastar mi ropa e incluso mi vehículo». Entonces algunos prefieren volcarse al comercio informal: venden ropa casa por casa, o hacen comida como delivery y más o menos, terminan sacando lo mismo.
Eso es lo que está pasando hoy, y es la explicación de porque, por un lado algunos dicen que no hay trabajo, haciendo referencia a que no hay trabajo correctamente remunerado, mientras los empresarios dicen «no consigo nadie que quiera trabajar», esto es, trabajar por poca plata.
¿No será hora de imponer un Salario Mínimo Nacional que sea al menos de 20 mil pesos para todas las categorías laborales?, como una forma de obligar a las empresas a asegurar un mínimo un poco más digno que el piso legal actual, ya desactualizado.
En el último tiempo se puso de moda en la región la política de achicar el salario de los trabajadores para mantener o aumentar la ganancia de los empresarios.
Como la gente no es tonta y hoy tiene más información que ayer, prefiere volcarse a la economía informal, antes de ir a trabajar por un salario que no le alcanza para nada.
Otros, muchas parejas jóvenes, se van a vivir juntos para aliviar el costo de alquiler que solos no pueden solventar.
La macroeconomia funciona, el país crece mes a mes y los volúmenes de exportaciones aumentan paulatinamente. Nueva Palmira es una muestra clara. Allí se pueden ver los millones de dólares que llegan diariamente al puerto en forma de granos. Pero a pocos metros de allí, varias famillias viven debajo de una estructura de palos y nylon.
Venden leña, piñas, cortan el pasto, hacen changas. Lo prefieren a ir a trabajar al puerto doce horas por día por quince mil pesos mensuales.
En un supermercado de la zona, Noelia vive en lo de su mamá con su hijo, por diecinueve mil pesos mensuales nominales, no puede alquilar e independizarse.
Según datos del Instituto Nacional de Estadística, más del cuarenta por ciento de los trabajadores asalariados gana menos de quince mil pesos.
Mientras no haya forma de conseguir que los grandes empresarios sean obligados a pagar salarios dignos a los trabajadores, lo que se llama en términos económicos se denomina pomposamente una distribución más equitativa de la riqueza, vamos a vivir en este país de profundos contrastes.
Contrastes que lo único que hacen, es seguir profundizando la brecha entre quienes la juntan con pala, y los que recogen las migajas.