Los gobernantes debería abrir bien las orejas, porque uno de los problemas que hoy tienen los pequeños productores, esos que forman parte del pueblo de a pie, y que no tiene una 4×4 último modelo, es un problema que muchas veces se podría catalogar como de burocracia de un grupo de funcionarios, de carrera o puestos a dedo, pero evidentemente anquilosados en el poder.
En EL ECO hemos puesto algunos ejemplos: Si los bodegueros tienen un gasto grande de energía durante los dos meses de cosecha, porque utilizan mucha energía para enfriar el vino, o calentar las fundas termocontraíbles, es lógico que se les de una extensión de plazo para que puedan pagar en tres o cuatro veces, ese consumo excesivo que es inevitable durante unos sesenta días entre marzo y abril.
¿Porque se le da una rebaja de la tarifa eléctrica en zafra para los arroceros y se excluye al sector bodeguero?
Si los viticultores que tienen viñedos pequeños, digamos hasta 10 hectáreas y que, con una buena cosecha, pueden vender la uva para salir empatados y ganar algún pesito, que luego suman a la miel que producen, a las verduras y frutas que cosechan durante todo el año, etc, es lógico que, si tienen una granizada imprevista en pleno momento de maduración de la uva, tengan una subvención, un crédito blando de unos pocos miles de dólares, dinero que les permita sanar los viñedos rotos por el granizo, con productos adecuados que tienen que comprar y que no tenían incluido en el presupuesto.
¿Porqué no pueden lograr una rápida asistencia a su problema puntual, generado por un efecto climatológico imprevisto, y así seguir adelante con su tarea productiva?
Pasó hace unos días en Conchillas y afectó a una decena de productores con menos de diez hectáreas. Cualquiera sabe que con esa cantidad de campo, esa gente sobrevive con mucho esfuerzo, haciendo diversas tareas agrícolas en ese pedazo de tierra. Así que estar ahí inmediatamente, para ofrecerles una mano, es casi una obligación de un gobierno progresista.
Los pequeños productores lácteos, el sector hortifrutícola y especialmente los viticultores y bodegueros pequeños, están pasando dificultades que es necesario atender desde el gobierno en forma rápida.
No es mucha plata, pero parece que desde allá arriba, desde el gobierno nacional en los altos pisos de sus edificios en Montevideo, no se ven claramente lo que les pasa a diario a estos pequeños productores.
Estas cuestiones se arreglan con poca plata, pero parece que en los lugares de decisión hay señores gordos de burocracia, que solo entregan tediosos formularios para llenar y que luego los dejan guardados en algún cajón, como recuerdo vivo de la incompetencia del Estado para actuar rápidamente con medidas concretas y fáciles de implementar para ayudar a la gente común, que produce cosas a pequeña escala, pero fundamentales para el país.
Otros apuntes.
En medio de la generación de energía más barata que conoce la historia del país, es necesario terminar con el concepto de que se paga más cara la energía, a medida que se consume más. Hay que ir a un sistema donde los pequeños comerciantes, tiendas, almacenes, etc, paguen mas barata la luz comercial, eliminando una iniquidad similar a la que ocurría cuando Antel cobraba más cara la llamada de larga distancia, según los kilómetros a los que se encontraba el número al que se quería llamar.
Bajar las comisiones que cobran las tarjetas a los comerciantes también es una medida que hay que analizar rápidamente, así como que el Banco República tenga un ser humano y no una máquina, trabajando donde hay gente que necesita hablar con un ser humano que sea funcionario del Brou, especialmente en las zonas rurales más alejadas.
Bajar el costo del Estado es un slogan difuso que parece un cajón de turco. Se apunta a los sueldos de los diputados o integrantes del gobierno nacional, pero se evita mencionar los salarios de los intendentes, muchas veces verdaderamente escandalosos, o lo de los jerarcas departamentales. Curiosamente el caso Adriana Peña, verdadero ejemplo de lo que pasa en algunas intendencias, no aparece en las menciones de los indignados autoconvocados con carteles de «Basta».
¿Porque nadie arenga con discutir la reforma agraria del programa de Wilson del 71?
¿Porqué nadie se manifiesta en contra de la renta de la tierra, verdadero lastre para la producción nacional?
Tampoco se menciona ni se establece una discusión sobre un tema que no genera ahorro pero debería ser un gesto claro de la izquierda que quiere seguir gobernando: ¿alguien sabe porque el sueldo de un diputado no es igual, por ejemplo, al de un maestro o, pongámosle, una directora de escuela?
Nadie ha podido explicarme la razón de porqué uno gana hasta seis veces más que la otra.
Quejarnos cuando vemos sueldos exorbitantes como el de los intendentes, o de los jerarcas como en el caso Adriana Peña, es más concreto y posible de realizar, que por ejemplo, reclamar por un dólar que aumente a niveles convenientes para los exportadores pero perjudicial para el resto de los uruguayos, o la importación de combustible, cosas que sí afectan a la gran mayoría de la población.
Ni hablemos de cuestiones éticas como el caso Bascou ¿no hay autoconvocados indignados que marchen contra el negociado que tenía el intendente de Soriano? ¿Nadie sale a manifestar contra un aprovechamiento tan grande como el que hizo el jerarca con sus estaciones de servicio?
Parece que el movimiento de autoconvocados, solo tienen indignación cuando se trata de protestar contra el gobierno del Frente Amplio.
Es una pena, porque se quedan en el insulto, o la propuesta utópica, carente de autocrítica, y eso no le hace bien al pais que pretenden representar.