
Moreira no quiere hablar, y creo que en el fondo, no le está gustando mucho esa idea de ser el candidato que entre a la contienda electoral por la ventana.
El escenario ideal para un candidato con la trayectoria y la fuerza política de Carlos Moreira es que la justicia no halle mérito para cuestionar su actuación en el caso de los audios, que el Comité de Ética cambie su postura en base al fallo judicial, que Partido Nacional acepte su reafiliación y que la convención departamental lo proclama candidato a la intendencia por aclamación.
Ese es el camino que merece un líder como Carlos Moreira. Lo demás es un retorcido atajo, una suma de interpretaciones caprichosas de las normas electorales y de la legislación partidaria, una casi esquizofrénica búsqueda de argumentos para justificar a toda costa la candidatura a la intendencia en la próxima elección de mayo .
Ni por su trayectoria, ni por su perfil, me da la sensación que Moreira tenga ganas de embarcarse en cualquier cosa que no sea la recta línea del procedimiento correcto. Después de tres períodos al frente de la intendencia de Colonia, con un prestigio político consolidado y con una gestión que no tiene grandes cuestionamientos, da la sensación que Moreira no tiene ganas de ser candidato a cualquier precio.
Esa puede ser una de las razones por las cuales no quiere hablar. Hay una cuestión de prestigio ganado, de trayectoria política reconocida por tirios y troyanos, que hace que Moreira no se sienta cómodo aceptando y defendiendo la idea de ser un candidato parido con forcep en la próxima contienda electoral.
A esa sensación de hastío, con setenta y tres años a cuestas, se suma la presión de la barra departamental para que sea candidato y las traiciones y lealtades que ocurren en la interna del nacionalismo a nivel nacional.
Todos sabemos que la barra departamental pierde mucho si Moreira no se presenta. Allí, en los cuadros dirigentes intermedios hay un elemento de presión que Moreira siente sobre sus hombros.
Moreira era el candidato natural para un escenario político departamental, que en un abrir y cerrar de ojos, cambió abruptamente con la difusión de los audios. A eso se le suman muchos “era” y ningún “es”.
Moreira era el candidato cantado a la vicepresidencia y le bajaron el pulgar, Era el primer senador de Alianza Nacional y lo obligaron a renunciar, era un cantado ministro, un embajador. En un escenario ideal, Moreira era cualquier cosa que quisiera ser en el gobierno de Lacalle Pou. Hoy, por aquella tormenta de octubre que aún no dejó de golpetear en su paraguas político, Moreira no es nada más que una garúa persistente, cuasi molesta, para el próximo gobierno.
Ahora, Moreira aparece como un candidato para un tiempo que ya fue. El caudillo que golpea la mesa, ya no encaja en la nueva realidad política que ha sido permeada profundamente por la agenda de derechos, y por eso, su episodio telefónico muestra un trasfondo de machismo obsoleto, que no sólo es criticado sin parar en las redes sociales. Hay una dirigente de Montevideo que cada dia arranca su cuenta de twitter preguntando “ya renunció Moreira?”, pero además, no es menos importante, hay una corriente interna del Partido Nacional que encabeza Beatriz Argimón que hace rato le bajó el pulgar.
Creo que Moreira lo sabe. Lacalle Pou espera un pronunciamiento de la Justicia para que el directorio le abra la puerta al partido y cumplir así su promesa de reincorporarlo, que le hizo cuando le rogó la renuncia. Además, el Comité de Ética deberá hacer un nuevo informe que, dadas las circunstancias, no puede ser diferente al que hizo en octubre, porque la situación de Moreira no cambió para mejor. Algunos dicen que no le será fácil a Moreira lograr un nuevo informe favorable de la Comisión de Ética del Partido Nacional, y aunque no es vinculante, -eso no le impide ser candidato- de lo que diga esta comisión será de lo que se agarre el directorio para aceptar su reingreso a filas partidarias.
Alianza Nacional dice que no se opondrá a su candidatura a la intendencia ya que no quieren aparecer haciendo el papel del “verdugo de Moreira” según palabras del propio Larrañaga, pero en el fondo no le gusta que un candidato cuestionado éticamente, sea su bandera a la intendencia de Colonia, ni que se busquen atajos a la Carta Orgánica del Partido Nacional.
Para muchos dentro del Partido Nacional, Moreira está tratando de imponer una candidatura que ya no cuenta con apoyo de la cúpula, cúpula que cree que es hora de una “renovación a partir de postulados éticos” en la dirigencia nacional. Esta instancia les parece una buena oportunidad de purga partidaria, que se genera por el sólo hecho de que la justicia no se pronuncie ni a favor ni en contra a días de la convención departamental. ¿Que pasará si la Convención lo proclama, la justicia no se expide y la Comisión de Ética señala que sigue siendo válido su informe de octubre pasado? ¿acaso el Partido Nacional va a permitirle igual la reafiliación para que sea candidato bajo su lema?.
Son preguntas que se van a contestar con el devenir de la agenda política departamental.
Mientras tanto Moreira espera, no habla con la prensa de este tema, y, pese a que le gusta la idea de ser intendente por cuarta vez, no creo que le guste la idea de ser candidato de esta manera.
Ser el candidato que entra por la ventana, es algo que no se merece ni su trayectoria ni su estatura política.
Y Moreira lo tiene claro.